Todo comportamiento es comunicación. La actitud en los procesos de selección

Hay frases coloquiales como “La actitud es todo” o “Todo es cuestión de actitud” que, aunque simples y en apariencia banales, encierran mucha sabiduría.

Como entrevistadora en el área de selección o evaluación psicotécnica, he observado durante mi trayectoria actitudes muy distintas. Sería simplificador decir que las hay buenas y malas, o positivas y negativas.

Como sucede con las emociones, la paleta de colores es amplia y diversa. Nombrarlas nos puede ayudar a identificar puntos de mejora tanto en el rol de buscadores de empleo como para el ojo del observador-entrevistador, que luego debe describir dichas actitudes a su cliente y plasmarlas en un informe.

Las actitudes incluyen tanto a la comunicación verbal como a la no verbal. Es decir, no solo se trata de lo que se dice sino cómo se lo dice. El tono de voz, el ritmo de nuestro diálogo, la mirada, las pausas y los gestos están siempre presentes en nuestro intercambio dando cuenta de nuestra integridad, de quiénes somos, de qué deseamos, de cuáles son nuestros objetivos y de cómo solemos interactuar. Los detalles y las sutilezas cuentan en ese momento mucho más de lo que quizá suponemos.

Nuestro cerebro (aunque no seamos conscientes del segundo a segundo de nuestras interacciones) registra, procesa y saca conclusiones siempre teñidas por nuestros propios filtros mentales. No es la idea aburrir con información científica, sino reflexionar sobre nuestras actitudes y la importancia de prestar más atención a ellas porque pueden transmitir más de lo que creemos.

Una actitud esperable en una entrevista laboral es demostrar interés. Esto traducido a conductas es ser puntual, preparase para el encuentro (por ejemplo, desde el aseo y la prolijidad), responder con atención a las preguntas, sonreír, buscar empatizar con el entrevistador, hacer alguna pregunta pertinente, intentar cumplir las consignas si se trata de completar algún test o ejercicio, entre otros comportamientos observables y concretos.

Puede ser que el candidato no cuente con todos los conocimientos, competencias o experiencias requeridas por el perfil deseado, pero la actitud siempre será un aspecto a considerar al inclinar la balanza para elegir a un finalista.

Nos hemos preguntado por qué manifestar una actitud no favorable en situaciones en las que alguien está siendo evaluado.  Una posible explicación, a la que hemos arribado desde nuestro equipo, es que tanto las experiencias previas negativas de los candidatos como la actual situación económica y social, tan compleja que estamos atravesando, son factores que no generan una predisposición positiva para hacer frente a las diversas instancias de los procesos de selección.

Solemos entrevistar o evaluar a candidatos que han vivido situaciones duras, injustas u hostiles en el ámbito laboral y personal. Para sobrevivir, desarrollaron conductas que los hicieron ponerse a la defensiva, mostrando indiferencia, apatía, desapego o incluso hasta rasgos agresivos. Trasladar esas actitudes a un proceso que se está iniciando contribuye a perpetuar un círculo negativo donde cada experiencia está destinada a ser un espejo de la anterior.  

Facebook
Twitter
LinkedIn
×