Liderar desde el corazón y no por imposición

Al terminar un seminario de liderazgo, en una institución nacional muy querida, los docentes recibimos un presente y nos tocó decir unas palabras.

No estaba preparada, ya no era una clase sino un almuerzo de fin de ciclo con los alumnos. Para reponerme de mi sorpresa de tener que hablar frente a todos, por suerte pude recurrir a herramientas que me dejó algo de formación actoral y de clown agregadas a mi extroversión que Dios me dio como virtud (o no). Cuestión que hace varios años no siento vergüenza ni muchos nervios al hablar en público. Más allá de las personalidades es una habilidad que se aprende. Todos podemos adquirirla y eso es parte de nuestros talleres.

Con un poquito de pánico escénico (que dura segundos y hay que superar), me pregunté ¿qué digo? Y les recordé lo importante de conectarnos con nuestro nombre, aquel que mamá y papá nos puso. Así invito a dejar de lado un rato el cargo, la jerarquía, la profesión y hasta el apellido con el que nos reconocen laboralmente. Desde ahí lograr reconocer la esencia de haber sido nombrados y brindarnos al nombrar a otros. Reconocerlos como seres humanos.

Luego les dije que desde ese lugar lideren con el corazón y no desde la imposición. Todos tenemos registro de buenos líderes y no líderes y más allá de sus características (carismáticos, conciliadores, empáticos, creativos, comunicativos), todos los buenos lo hacen poniendo algo de corazón, lo que se pueda y cómo se pueda. Esta distinción es más sentida que teórica.

¿Qué lideres marcaron tu camino?

¿Qué cosas aprendiste de cada uno, qué huella dejaron en vos?

¿Qué pedacito de cada maestro está dentro tuyo y te hacer ser quien sos hoy?

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