Por la Lic. Vanesa Andrada
Hoy, queridos lectores, los voy a invitar a reflexionar sobre la vida, pero como si fuera un juego, una metáfora bastante usada para hablar de cosas difíciles.
Imaginemos la vida como un juego de mesa, esos que vienen con un librito que pocos leen pero que contiene las reglas importantes para alcanzar el objetivo final: ganar y disfrutar en el proceso.
¿Qué pasaría si un día, decididos a disfrutar de una velada exquisita, sacamos el juego de nuestro armario y cuando lo abrimos las reglas cambiaron?
O más difícil aún, ¿si algún jugador propone en medio de una partida que algunas cartas no sirven, o que la llegada ya no es la línea roja, o que no usemos más los dados?
Es muy probable que nos sorprendiéramos e inmediatamente surgiera un sentimiento de resistencia, para dar lugar a la protesta (no nos gustan los cambios, mucho menos si son sorpresivos y muchísimo menos si son obligatorios). Quizás intentaríamos frenar la partida para revisar la validez de esas nuevas reglas. Si no se pudieran cambiar, probablemente solo nos quedaran dos caminos: abandonar el juego o adaptarnos rápidamente aprendiendo las nuevas reglas.
¿Les suena familiar? Salvando las distancias, la pandemia 2020 ha generado eso en nuestras vidas: las reglas cambiaron sorpresivamente, obligatoriamente, y no sabemos si transitoriamente.
Este nuevo contexto puede ser descripto certeramente con las siglas en inglés del acrónimo VUCA, usado por los soldados americanos para describir el contexto de la guerra fría en esa época. Luego, fue adoptado por el sector empresarial para definir el contexto del siglo XXI. En la actualidad, recobra su vigencia luego de la pandemia.
Comencemos describiendo cada elemento
Volátil: las cosas son volátiles cuando cambian rápidamente y con facilidad. No hay bases sólidas. Y así parece que percibimos gran parte de la realidad: los puestos laborales, los éxitos, los fracasos, nuestras creencias, las instituciones… Casi todo es percibido con un halo de plausible cambio. Ya veremos las consecuencias de esto.
Incierto: ya sabíamos que la vida es cambio permanente… pero había una arraigada ilusión de control y solidez que nos daba un suelo de seguridad tiempo atrás. Actualmente los acontecimientos nos sorprenden sin lograr predecir sus resultados.
Complejo: los hechos tienen muchas y diversas aristas. Nada se analiza de manera lineal, por ende la complejidad es un elemento imprescindible al momento de juzgar, analizar y decidir sobre cada circunstancia.
Ambiguo: por todo lo dicho anteriormente, hay falta de claridad y muchas veces necesitamos estar muy atentos para lograr entender o descifrar la situación que se nos presenta.
Consecuencias y desafíos
Volvamos a nuestra metáfora… Los invito a analizar nuestro ambiente laboral a la luz de estas nuevas reglas.
Una de las consecuencias de la pandemia 2020 es la entrada sin permiso a nuestras vidas del home office. Sin previo aviso, nuestra rutina laboral invadió y se vio invadida por nuestra vida personal.
Podíamos estar en la oficina a los cinco minutos de salir de la cama, mientras preparábamos el desayuno del resto de la familia, o alimentábamos a nuestros animales.
Ya no era necesario vestir formalmente… o en algunos casos ni siquiera sacarnos el piyama.
Las reuniones de la jornada laboral pasaron a ser consecutivas en el mismo ámbito. Ya no hay espacio físico para bajar a tomar un café o simplemente respirar aire puro. Nos encontramos en contacto con mucha gente, pero no físicamente, limitándose también nuestras charlas de pasillo, a veces tan divertidas o distractoras.
Finaliza el día e inmediatamente puedo estar en otras actividades, sea jugar con los hijos o asistir a la clase de yoga (sí, esa que seguramente pagaste si leíste uno de mis primeros artículos), casi sin corridas.
Al principio fue caos, pero paulatinamente nos acomodamos a esta nueva realidad (no nos quedaba otra). A la luz de nuestro objetivo, vemos que las cosas cambian rápidamente y pueden volver a cambiar (muchas empresas están retomando la presencialidad, quizás en una modalidad híbrida).
Cada uno afrontó y afronta la virtualidad desde lugares distintos: hay quienes tienen lugar físico amplio, hay quienes no; hay quienes viven solos y hay quienes no; hay quienes cuentan con los elementos básicos y hay quienes no… Y todo esto nos impide tener claridad sobre los nuevos y recientes hechos.
Entonces ¿cuáles son algunas de las consecuencias? Estamos viviendo una época que nos permite a primera vista más opciones, generando la ilusión de mayor libertad. Sinembargo, también puede generar gran desgaste emocional.
Como todo cambio, habrá quienes rápidamente se adapten y acomoden a estas nuevas reglas (serán los triunfadores) y también habrá quienes sigan rezongando, añorando los tiempos pasados. Quizás algunos tan resistentes que terminen abandonando el juego.
La clave, seguro ya la descubrieron, radica en nuestra capacidad de adaptación que depende de tres cualidades: flexibilidad, aceptación y atención entrenada. Y sí, señores, son los ingredientes de la resiliencia.
Si todo cambia de manera rápida y viene acompañado de caos y poca claridad, nos urge estar atentos para poder elegir qué elementos de la realidad son útiles con miras a tomar las mejores decisiones, sin perder de vista lo incierto de nuestras circunstancias.
Y retomando el comienzo de este artículo… ¿Seguís jugando o te retirás?